Sucedió en la noche…
El rugir de la ciudad se volvía silencio en cámara lenta, pero antes de salir de esa habitación enumerada, escuché el susurro de tu voz por última vez. Solo dije “te quiero” y con desgarrador impulso dijiste, “linda”. Con tu respiración entrecortada, me regalaste esa palabra que se grabó en mi alma por siempre.
Después de un beso que dejé en tu mejilla, tratando de darte alivio, nunca más te pude oír.
Esa noche…
…con relámpagos y truenos, que siempre te gustaron, te dejamos partir.
Dejaste todo en orden y dejaste un gran vacío, pero también dejaste tres regalos que serán por siempre tu legado.