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Mis Ensayos

…son un camino de constante búsqueda y perfección. 

Hoja de Otoño

Hoja de Otoño

Aunque minúscula pudiese parecer tu presencia, casi opacada por la imponente y alba cordillera, la intensidad de tu color bajo la humedad del sereno, engrandece tu existencia. Hoja de otoño, que pendes de un hilo, caerás a tierra arrancada por el viento y serás la alfombra que suavice mis pasos, igual que la nieve será el agua que sacie mi sed.

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Querido Piropo…(para ese que se dijo con respeto)

Querido Piropo…(para ese que se dijo con respeto)

¿A quién se le ocurrió sancionarte?, ¿qué mente tan limitada nos privó de escucharte ensalzar nuestro ego con grandiosidad y virtuosismo?, ¿cómo alguien tan miope de cariño y buen humor, sanciona la creatividad que emana jocosa de tu alma de hombre, engrandeciendo nuestra belleza y robándonos una sonrisa?

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Miró embelesada la vitrina

Miró embelesada la vitrina

Recorría todos los días la misma calle. Comenzaba de madrugada y terminaba cuando ya no quedaba casi ningún peatón a quien venderle sus productos. Llevaba un modesto carro, repleto de sándwich de queso con jamón que ofrecía a un insignificante precio. Por lo general sus clientes eran obreros y uno que otro lustrabotas. A veces aparecía una secretaria o un junior que disfrutaban del tibio pan amasado hecho con sus propias manos.

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El viejo árbol se lo llevó

El viejo árbol se lo llevó

Absorto junto al fuego de la chimenea, le gustaba pasar largas horas con su mente en blanco. Eso era lo que más disfrutaba; estar libre de pensamientos y conversación indeseadas. Su momento favorito era estar así, a solas, contemplando el vaivén de las llamas y al abrigo del frío.

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Una rama de aromo

Una rama de aromo

Era imposible, pero ahí estaban, bajo ese aromo agudamente amarillo, repleto de ramas cargadas en flor y penetrante perfume. La cuadrilla avanzó temprano para evitar el aplastante calor del mediodía, y siendo apenas las seis treinta de la mañana…

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Sucedió en la noche…

Sucedió en la noche…

El rugir de la ciudad se volvía silencio en cámara lenta, pero antes de salir de esa habitación enumerada, escuché el susurro de tu voz por última vez. Solo dije “te quiero” y con desgarrador impulso dijiste, “linda”. Con tu respiración entrecortada, me regalaste esa palabra que se grabó en mi alma por siempre.

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Por la calle dormida

Por la calle dormida

Le era imposible cerrar los ojos sin ver una y otra vez la escena. Era inútil el intento de retomar la rutina y seguir adelante. Maldecía aquel día y no haber tenido las fuerzas suficientes.

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Olor a tierra mojada

Olor a tierra mojada

¿Qué mejor que el olor a tierra mojada? ese olor que nos transporta, casi sin necesidad de cerrar los ojos, al sendero de algún bosque recóndito después de una larga lluvia de invierno; aquel que nos lleva a orillas de un río que fluye estrepitosamente bañando hojas y musgos; aquel que nos conduce a la rivera de un lago que recibe las aguas de un pequeño riachuelo, quien antes de perderse en su grandeza, arrastra a su paso piedras y ramas que pulen con cuidado su rivera.

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La Sábana tenía un bordado con la letra G

La Sábana tenía un bordado con la letra G

Fue una invitación irrenunciable. ¿Cómo decir que no a un viaje con todos los gastos pagados al Valle del Loira y hospedaje en un castillo del 1500?. No había posibilidad de renunciar a ese regalo. El problema, era que André pudiera interpretar que yo aceptaba a algo más que sólo al viaje. Él no me era indiferente, pero no estaba segura de querer comenzar, en esta etapa de mi vida, un nuevo romance.

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Hay que quitarle el hipo al Señor cura

Hay que quitarle el hipo al Señor cura

Calla, calla – le dije a Francisco mientras seguíamos escondidos tras el viejo y enorme mueble de la Sacristía – si el cura nos escucha, nos reprenderá. -Pero si es demasiado divertido escuchar al Padre siempre con su ruidoso hipo – dijo Francisco esforzándose por no soltar su risotada de gaviota. No era primera vez que nos escondíamos en ese lugar a espiar al cura del pueblo. Era un hombre pequeño, de gran panza, caminar rápido, hombros curcunchos y ceño fruncido.

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Habitación de una cortesana

Habitación de una cortesana

Rojo, negro, incienso de lavanda y tenue luz cubren el ambiente. Los espejos duplican el placer. Zapatos de tacón y sedosas ligas yacen en el suelo.

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“…dio un portazo y se fue caminando con su maleta.”

“…dio un portazo y se fue caminando con su maleta.”

Soplaba intensamente el viento. Caía la noche y había alcanzado a separar sus cosas y guardarlas en la maleta. Ya no soportaba ni un día más en esa pocilga sin orden ni ley. Le había pedido tantas veces que cambiara, que le ayudará, que por alguna vez en su vida sumara fuerzas.

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¿Quién le dio al arcoiris el poder de tener tantos colores?

¿Quién le dio al arcoíris el poder de tener tantos colores? – preguntó la mariposa – y la golondrina contestó: solo la lluvia puede lograrlo. Pero la mariposa, desconfiada, la miró y dijo: ¿cómo puede la lluvia por si sola lograrlo?- y entonces el grillo comentó: la verdad, es que solo el sol tiene ese poder.

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