Ese año el cerezo no floreció
Ese año el cerezo no floreció. Seco de tanto llorar la muerte de su amigo chincol, la pena no lo dejaba tragar las gotas de lluvia. Escurrían por sus hojas y bajaban a sus raíces, pero la dura tristeza lo volvía impermeable a la dulzura de las nubes que tratando de consolarle, gota a gota querían abrazarlo. Pero no quiso. Nada lo hizo despertar de su dolor. Ni una nueva ave, ni una nueva brisa, ni verano, ni invierno. Ese año el duelo lo durmió y ni flores ni frutos regaló.